La muchacha abrió los ojos y se sintió apabullada
por su propio desconcierto. No recordaba nada.
Ni su nombre, ni su edad, ni sus señas.
Vio que su falda era marrón y que la blusa era crema.
Estaba asombrada, claro, pero el asombre no le
producía desagrado.
Tenía la confusa impresión de que esto era mejor que
cualquier otra cosa, como si a sus espaldas quedara
algo abyecto, algo horrible.
Miss amnesia de Mario Benedetti
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